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Lecciones y guías didácticas

El golpe de Estado a Lucas García

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    «Como una araña, Ríos Montt tejió su tela».

    Francisco Mauricio Martínez, Prensa Libre, 2002

    Cuando el 9 de junio de 1979 el EGP asesinó a David Cancinos, jefe del Estado Mayor, no solo asestó un golpe al Ejército, sino que alteró el orden sucesorio de los presidentes. Según el «Plan Político del Ejército», el jefe del Estado Mayor pasaba a ser ministro de Defensa, para después convertirse en presidente de la República. En previsión de que sería el próximo presidente, Cancinos, que ya contaba con el visto bueno de Lucas, ya había comenzado sus preparativos. 

    Esta situación repentina no hacía sino agravar el contexto de crisis que muchos criticaban dentro del Ejército. De sobra conocidas eran las fiestas que se celebraban en la finca privada del presidente, para cuya organización se hacía uso de helicópteros militares. Hay que tener en cuenta que las aeronaves eran clave en los esfuerzos de guerra, ya que muchas de las zonas del país a las que el ejército tenía que llegar estaban tan aisladas que la única vía era la aérea. El hecho de que estos helicópteros se utilizaran en fiestas afectaba negativamente a los esfuerzos de guerra y molestaba a todos aquellos que diariamente se jugaban la vida en ella. 

    Tampoco el hecho de que la presidencia se heredara era del gusto de todos; era especialmente criticado entre los oficiales más jóvenes. Roberto Ardón (2019) explica así el sentimiento de las fuerzas armadas en 1982:

    El conflicto armado arreciaba, el aislamiento internacional del gobierno era evidente, la estrategia militar estaba completamente desfasada y pérdidas considerables de oficiales en el campo de batalla se acumulaban. En esto último había incluso la percepción de que quienes libraban la guerra, cada vez con menos recursos, pero exponiendo su vida, eran los oficiales jóvenes. Que los altos mandos no se enteraban, no se exponían, libraban una guerra desde sus despachos sin ocuparse de las carencias de insumos de la oficialidad de la tropa. De seguir este curso de acción la guerra podría perderse. (175)

    En este contexto, el 23 de marzo de 1982 se produjo el golpe de Estado que derrocó a Lucas. Según parece, eran varios los intentos de golpe que se estaban tramando de forma simultánea, y provenían tanto del propio Ejército como del sector político civil, específicamente de los dirigentes del MLN. Estos últimos habían pensado en colocar temporalmente a un general de derechas, Héctor Mario López Fuentes, quien asumiría el control en lo que se convocaban nuevas elecciones generales —un plazo de 90 días—.

    Los primeros pasos se dieron en la base militar Mariscal Zavala, donde el general Rodolfo Cuyún Medina fue arrestado por oficiales jóvenes. A continuación, los golpistas se dirigieron a localizaciones clave, la más importante de ellas el Palacio Nacional. Para reconocerse entre sí, los alzados crearon una señal en clave: remangarse la camisa hasta el codo. Una vez tomado el Parque Central, comenzó el nerviosismo al ver que el general López Fuentes no aparecía. Por otro lado, Lucas García reaccionó a la situación ocultándose en los túneles de la Casa Presidencial.

    Tras no encontrar a los que eran las primeras opciones para hacerse cargo de la situación, un grupo de oficiales intentó localizar al general retirado Ríos Montt, a quien encontraron en la sede de la iglesia Verbo y llevaron a la plaza. Así lo describe Ardón (2019):

    Lo cierto es que Ríos Montt se presentó en el Parque Central en las primeras horas de la tarde, aún vestido de paisano. Es histórica la conversación entre Ríos Montt y Muñoz Piloña. Tres veces preguntó el general, quien mandaba. Muñoz, en las tres ocasiones respondió que era Ríos Montt quien lo hacía. Esto fijó entonces la comandancia del esfuerzo en el militar retirado. Ríos Montt se apresuró a dictar algunas medidas. (195)

    Al final de la tarde, el presidente Lucas ya era plenamente consciente de su precaria situación: estaba solo. En las siguientes horas, se entregó a los golpistas e inició su viaje hacia Venezuela, donde vivió en el exilio. A partir de entonces, Ríos Montt tomó el control de la situación y comunicó una de sus primeras decisiones: la formación de un triunvirato del que él sería líder, además de ocupar el cargo de ministro de Defensa. El sector de oficiales jóvenes del Ejército que había iniciado el golpe tuvo su espacio en una junta asesora conocida como «la Juntita»; sin embargo, el sector político, que también había participado en la planificación, quedó fuera.

    Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue reorganizar el Ejército, haciendo nuevos nombramientos y desplazando a algunas figuras. La lucha contrainsurgente continuaba, por lo que era importante estabilizar la situación:

    Luego de purgar a los oficiales más corruptos (mediante el exilio o el retiro), centralizaron y coordinaron todas las fuerzas de los servicios de inteligencia para luchar contra la subversión. [...] Esta concentración de energías y fuerzas produjo la campaña de masacres mejor coordinada e intensiva en la historia de Guatemala, la cual dejó un saldo estimado de treinta y cinco mil muertos en dieciocho meses (especialmente en los primeros ochos meses, entre abril y noviembre de 1982, principalmente en los departamentos de Chimaltenango, el Quiché, Huehuetenango y las Verapaces). (Schirmer 1999, 87)

    El tercer sector que se integró al esquema de Gobierno, además del triunvirato y de «la Juntita», fue el entorno religioso del presidente: Francisco Bianchi y Álvaro Contreras Valladares. Ambos pertenecían a la Iglesia a la que iba Ríos Montt y tuvieron un papel importante por su acceso al presidente, en el que influían tanto espiritual como políticamente. El triunvirato no duró mucho; el 9 de julio de 1982, y después de muchas señales de división entre sus miembros, fue disuelto, quedando solo Ríos Montt.

    Referencias

    Arana Paredes, Edgar Leonel. 1998. «Los intereses de Ríos Montt desviaron el golpe. Entrevista a Mauricio López Bonilla». Siglo Veintiuno, 23 de marzo de 1998.

    Ardón, Roberto. 2019. Triunviratos: La controversial historia de las juntas de Gobierno desde la caída de Jorge Ubico hasta nuestros días. Guatemala: Grafiatec.

    Gramajo Morales, Héctor Alejandro. 1995. De la guerra… a la guerra. La difícil transición política en Guatemala. Guatemala: Fondo de Cultura Editorial.

    ​​Martínez, Francisco Mauricio. 2002a. «El golpe de Estado de 1982 fue como un tumor.    Entrevista al coronel Francisco Gordillo». Prensa Libre, 20 de marzo del 2002.

    Méndez Ruiz, Ricardo. 2013. Crónicas de una vida: 1944-1992, años convulsos. Guatemala: Artemis.

    Rosada Granados, Héctor. 2002. «Los oficiales jóvenes del 23 de marzo». elPeriódico, 21 de marzo del 2002.

    Schirmer, Jennifer. 1999. Las intimidades del proyecto político de los militares en Guatemala.Guatemala: FLACSO.

    Este contenido ha sido creado con fines didácticos para profesores y estudiantes.

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      1 La Guatemala de los sesenta
      2 El fortalecimiento de las fuerzas de seguridad
      3 El proceso de radicalización de la Iglesia
      4 La primera generación de guerrillas
      5 La contrainsurgencia
      6 Las voces críticas entre los revolucionarios
      7 El terremoto de 1976
      8 La reorganización de las guerrillas y de los movimientos de masas
      9 La matanza de Panzós
      10 Los actores internacionales: entre el miedo y el optimismo
      11 La violencia en el gobierno de Lucas García
      12 El incendio de la Embajada de España
      13 Las guerrillas de segunda generación
      14 Los movimientos campesinos y el indigenismo
      15 Los indígenas y la revolución
      16 La guerra popular revolucionaria
      17 El golpe de Estado a Lucas García
      18 La cofradía
      19 La nueva estrategia de Ríos Montt
      20 El segundo fracaso revolucionario
      21 La Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca
      22 Llega la democracia
      23 Las amenazas a la democracia
      24 El largo camino a la paz
      25 El serranazo
      26 El fin del enfrentamiento armado interno

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