Lecciones y guías didácticas
Los indígenas y la revolución
«Quien durante siglos ha sido sometido por la fuerza, en la fuerza encuentra el camino para ser libre».
Textos vivos 2015, 39
Uno de los principales elementos que contribuyó a la organización de la población indígena de Guatemala, que posteriormente acabaría implicándose en el enfrentamiento armado, fue la existencia de los Seminarios Indígenas. Se trató de eventos que a partir de 1974 reunieron a sectores de varios grupos que buscaban temas de interés común:
Participan maestras y maestros, promotores rurales, miembros de centros culturales, generalmente con un nivel escolar por encima del promedio. Profundizan en la recuperación y el análisis de la cultura e identidad de los pueblos indígenas. (Macleod 2017, 15)
Notable es el hecho de que uno de los productos culturales de esta iniciativa fuera la fundación de una revista llamada Ixim. A través de sus artículos, se plasmaron posturas tan llamativas como el rechazo a la idea de la «congelación en el tiempo de los mayas» y el apoyo a la modernización como un proceso natural de toda sociedad. Esta postura se institucionalizó posteriormente en el Movimiento Indígena Tojil, partidario de mantenerse al margen de un enfrentamiento que consideraba ajeno. Su contraparte fue el Frente de Integración Nacional —FIN—, que en determinado momento se alió tanto con el MLN como con el presidente Lucas. Aunque es difícil llegar a una conclusión definitiva que explique la razón de esta extraña alianza, hay dos posibilidades que se complementan entre sí:
- que el FIN viera en esto el camino para empezar a jugar un papel en la política nacional;
- y que el MLN viera la oportunidad de atraer a los indígenas a su bando y, eventualmente, atraer el voto de este sector.
A esto podemos añadir el análisis de Amílcar Pop, quien, proviniendo del movimiento indígena, afirmó que el indígena no es un aliado natural de la izquierda.
En el caso de los grupos revolucionarios, hubo diferentes posturas. Para el PGT, la población indígena no fue un actor clave de la lucha revolucionaria. El indígena se integraría una vez asumiera que el origen de su situación social tenía más que ver con una cuestión de clase —una lectura marxista— que con cuestiones étnicas. Para ello, la población indígena debía colocar el elemento identitario en un segundo lugar. En el caso de las FAR, la participación de los indígenas en la guerra no fue central hasta la década de los ochenta. Dentro de la ORPA existió un debate interno con respecto a la incorporación de los indígenas, a partir de 1976. La conclusión a la que llegaron tras analizar la situación del país fue que, si se trabajaba en la concienciación acerca del racismo, se podría superar. Sin embargo, la realidad probablemente fue menos idílica:
En la práctica, y sobre todo al pasar de los años, existen indicios de que la lucha contra el racismo dentro de la ORPA planteada en los documentos no se dio, sino que se produjeron situaciones de racismo y de inequidad en el interior de la organización, al igual que en las demás agrupaciones revolucionarias. (Macleod 2017, 47)
La pregunta evidente ante estas posturas es si se tuvo en cuenta y se incluyó a los indígenas en esas discusiones acerca del papel que debían tener. Como en tantas otras ocasiones, los indígenas fueron excluidos de los debates intelectuales, de manera que las organizaciones de izquierda acabaron replicando situaciones que al mismo tiempo criticaban. En esta misma lógica, la participación indígena en la guerra se dio solo en la medida en la que los ladinos la consideraron útil. Por ello, la propia visión de la ORPA cambió a partir de 1982, cuando la estrategia pasó a ser intentar obtener una victoria política —no una militar—, para la que no consideraban que los indígenas fueran necesarios.
En el caso del Ejército Guerrillero de los Pobres —EGP—, la participación de los indígenas en el enfrentamiento resultaba fundamental. Además, a diferencia del PGT, este grupo no prestaba atención únicamente a las relaciones económicas, sino que también incluía en sus análisis aspectos étnico-culturales. En uno de sus documentos redactados para discusión interna —que lleva por título «Quienes hacemos la guerra popular revolucionaria» (1979)—, se menciona lo siguiente:
La única manera de terminar con la opresión étnico-cultural y con la discriminación es haciendo la Revolución de los pobres. Es decir, quitándoles el poder a los ricos. Al terminarse el poder de los ricos, los pobres de Guatemala, indígenas y ladinos, podremos organizar y dirigir la sociedad de una manera nueva y justa para los indígenas. En esta sociedad no habrá opresión étnico-cultural ni discriminación. Sería así porque entonces las ideas que van a mandar serán las ideas de los pobres. Y los pobres no tienen ningún interés en oprimir y discriminar a los indígenas. [...] Es por eso que los indígenas participan en la Guerra Popular Revolucionaria. Los ladinos pobres participan porque son explotados. Los indígenas participan porque son oprimidos, discriminados y muchos de ellos son, además, explotados. Una guerra Revolucionaria en la que no participan los indígenas no sería una Guerra Popular. (Textos vivos 2015, 41)
Esta misma idea también aparece en el «Manifiesto del Ejército Guerrillero de los Pobres al Pueblo de Guatemala», que se publicó en la prensa nacional en octubre de 1979. De este documento resaltan las siguientes afirmaciones:
No nos cabe la menor duda que cuando el indio guatemalteco termine de ponerse de pie y le cobre a sus explotadores y opresores las injusticias y maltratos de siglos, este país se sacudirá hasta sus cimientos. [...] Quien durante siglos ha sido sometido por la fuerza, en la fuerza encuentra el camino para ser libre. (Textos vivos 2015, 39)
El involucramiento de las comunidades en el enfrentamiento alertó al Ejército, que temía las posibles consecuencias que podría tener esta alianza. Así lo explica el sociólogo Le Bot (1987):
La presencia del ejército no se extendió a todo el conjunto de la región sino a partir del momento en que esos grupos y los dirigentes nacionales percibieron el peligro de una convergencia entre las guerrillas y el sector indígena que, en adelante, se les escapaba de todo control. (106)
A pesar de ser partidarios de la participación indígena en la lucha armada, el EGP no era ajeno a los posibles riesgos derivados de su involucramiento, sobre todo a los relacionados con los deseos de mayor independencia. Eso derivó en que se eliminara de la Declaración de Iximché toda mención a la posibilidad de autonomía política. De alguna manera, era importante para el EGP asegurarse de que los objetivos que primaran fueran los suyos. De nuevo, eran los ladinos los que decidían si los fines buscados por los indígenas eran aceptables o no, lo cual fue sencillo, teniendo en cuenta que no hubo comandantes indígenas dentro de la organización y que les fueron negadas posiciones de mando:
Otro de los problemas era la negación de los comandantes guerrilleros de incorporar indígenas a la comandancia general. Algunos líderes de Alta Verapaz [...] habían solicitado una reunión para discutir estos temas. [...] Se exigía la participación indígena en la toma de decisiones, pero en respuesta, al terminar la reunión se dio la orden de perseguir a los llamados revoltosos y se desarrolló una balacera en una de las avenidas de la capital. (Macleod 2017, 70)
En otros casos, las diferencias de opinión se solucionaban por medios más pacíficos:
Varios indígenas con mayores niveles educativos (maestros, sobre todo), fueron marginados por su postura crítica y su reclamo ante el poco acceso de indígenas a puestos de dirección y toma de decisiones. (Macleod 2017, 77)
Aunque sabemos menos de lo que los indígenas pensaban de su incorporación al enfrentamiento armado, sí nos consta que algunos la criticaron por considerar que la lucha de los ladinos no era su lucha y que no defendía sus intereses. Carol Smith, a quien cita May (2001), lo describe de la siguiente manera:
Ladino leaders were so consumed by class (as opposed to ethnic) issues that they did not even know the most likely areas and issues for Maya recruitment; the ladino leadership was unable to take seriously any cultural issues of importance to Maya, like Maya women’s clothing. (143)
En palabras de un líder indígena, «the Maya who were victims of the genocidal campaign of the late 1970s were manipulated by both the armed forces and the ladino leaders of the guerrilla struggle» (May 2001, 143).
Referencias
Centro Rolando Morán. 2015. Textos vivos: Los pueblos indígenas de Guatemala en los escritos del Ejército Guerrillero de los Pobres —EGP—. Guatemala: Centro Rolando Morán.
Le Bot, Yvon. 1987. La Iglesia y el movimiento indígena en Guatemala. Guatemala: Seminario de Integración Social Guatemalteca, Ministerio de Educación.
Macleod, Morna. 2017. Organizaciones revolucionarias, indianistas y pueblos indígenas en el conflicto armado.Guatemala: Editorial Maya´Wuj.
May, Rachel. 2001. Terror in the Countryside: Campesino Responses to Political Violence in Guatemala, 1954-1985. Estados Unidos: Center for International Studies, Ohio University.
Remijnse, Simone. 2005. Memorias de violencia: Patrullas de Autodefensa Civil y la herencia del conflicto en Joyabaj, Quiché. Guatemala: AVANCSO.
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